Consejos dedicados a la juventud, Robert Schumann, parte II
- Raquel García
- 30 mar
- 3 Min. de lectura
No prodiguéis nunca las malas composiciones, sino combatidlas con energía para llegar a suprimirlas.
No tocaréis las malas composiciones ni las escucharéis sin estar forzados a ello.
Que no os seduzca en modo alguno esa brillante ejecución que llama bravura. Procurad que resalte la idea que el autor ha querido expresar: otro propósito siempre es ridículo
Considerad como acción vituperable el introducir cambio alguno, sea el que sea, en las obras de los maestros: tanto suprimir como añadir a capricho. Sería la injuria mayor que podríais hacer al arte.
En cuanto a la elección de piezas para estudiar, dirigíos a personas más experimentadas y así evitaréis perder el tiempo.
Para vuestra educación sería muy provechoso ir conociendo sucesivamente las obras más importantes de los mejores maestros.
No os dejéis seducir por los aplausos que obtienen los grandes concertistas: preferid siempre los elogios de los inteligentes a los de la multitud.
Todo cuanto la moda trae desaparece con ella, y si no os preocupáis más que de tocar las novedades, a la larga os haréis insoportables a todo el mundo y no seréis considerados.
El prodigarse demasiado tocando en sociedad trae más inconvenientes que ventajas. Cuidaos de vuestro público, y que sus halagos no os hagan caer en la debilidad de ejecutar alguna pieza que en otro lugar descartaríais.
No dejéis perder ninguna ocasión de tocar con otras personas, ya sea en dúos, tríos, etc. Estos ejercicios os serán de gran provecho para alcanzar en vuestro estilo más cuadratura y color. Acompañad con frecuencia a los cantantes.
Si todos los artistas quisieran ser primeros violines, sería imposible organizar ninguna orquesta. Respetad así el lugar de cada profesor.
Amad a vuestro instrumento, pero no lo consideréis orgullosamente como único o superior a cualquier otro. Tened presente que hay instrumentos que producen efectos igualmente hermosos; no olvidéis que existen los cantantes, y que los coros y la orquesta están llamados a interpretar lo más sublime que se ha escrito en música.
A medida que os hagáis hombres (y mujeres), procurad familiarizaros más con las partituras que con los artistas.
Tocad con frecuencia las fugas de los mejores maestros, particularmente las de Johan Sebastian Bach. Haced de su clave bien temperado vuestro pan cotidiano: él solo bastará para convertiros en excelente profesor.
Entre vuestros compañeros, escoged preferentemente siempre a los que sepan más.
Alternad vuestros estudios musicales con la lectura de los buenos poetas. Pasead a menudo por el campo y por los bosques.
Tened presente que no sois únicos en el mundo: por tanto, sed modestos. No olvidéis que no hemos de pensar ni descubrir nada que otros no hayan pensado o descubierto antes y, aunque realmente lo hubierais hecho, consideradlo como un don del cielo que debéis compartir con el prójimo.
El estudio de la historia de la música y la práctica de las obras más perfectas, en sus diversos estilos, os enseñarán mejor a evitar la vanidad y la presunción.
Leed, cuando lleguéis a la edad madura, las obras didácticas de los buenos autores.
Si pasáis por delante de una iglesia y oís la voz del órgano, entrad para escucharla; y si por suerte os fuere permitido sentaros ante él, probad de recorrer con vuestros dedos su teclado y admirad la grandeza de nuestro arte.
No perdáis ninguna ocasión de ejercitaros en el órgano: no hay instrumento más eficaz para corregir los defectos o hábitos de una mala educación musical.
No desdeñéis nunca el cantar a coro, especialmente las partes intermedias. Esta práctica contribuirá a haceros más fuertes en vuestro arte.







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