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Consejos dedicados a la juventud, Robert Schumann, parte III

  • ¿A qué llaman ser un buen músico? No creáis serlo si, fijos vuestros ojos en la partitura y perplejos, os salís a duras penas de la lectura; no creáis serlo tampoco si, habiendo vuelto cualquiera dos páginas a la vez, os quedáis cortados sin poder continuar. Pero lo seréis sin duda si presentís lo que va a seguir o lo recordáis de las piezas ya conocidas; en una palabra, si tenéis la música no solamente en los dedos, sino en el pensamiento y en el corazón.

  • ¿Cómo lograremos ser buenos músicos? Hijo mío, las cualidades esenciales para ello, un oído fino, una concepción espontánea, son dones de lo alto; pero estas buenas condiciones pueden cultivarse y mejorarse. Nunca llegaréis a ser un buen músico encerrándoos lejos del mundo para entregaros únicamente a estudios prácticos y mecánicos, sino multiplicando vuestras relaciones en el mundo musical, con el coro y la orquesta particularmente.

  • Estudiad desde un principio la extensión de la voz humana en sus cuatro registros principales. Fijaos especialmente en los coros; examinad en qué intervalos adquiere más fuerza y en qué otros precisa buscar los efectos de expresión dulce y tierna.

  • Escuchad con atención los cantos populares, pues son mina inagotable donde se encuentras las melodías más bellas, las cuales os darán idea del carácter de las diferentes nacionalidades.

  • Aplicaos sin tardanza a la lectura de las claves antiguas o, de lo contrario, os serán desconocidos multitud de tesoros de las épocas pasadas.

  • Indagad desde el principio el tono y el carácter de cada instrumento y acostumbrad vuestro oído a distinguir el color que le es peculiar.

  • No perdáis ocasión de escuchar las buenas óperas.

  • Respetad lo antiguo, pero interesaros más por lo nuevo. No guardéis jamás prejuicios contra los nombres que aún no tengan nombradía.

  • No discutáis el mérito de una composición que acabéis de oír por primera vez. Lo que os guste a primera vista, quizá no sea lo mejor. Los maestros deben ser estudiados. Gran número de bellezas no os aparecerán en toda su claridad hasta la edad madura.

  • Al juzgar las nuevas composiciones, discernid si son verdaderas obras de arte o bien tienen por fin el divertir a los aficionados. Defended a las primeras, pero no os incomodéis por lo que hace a las otras.

  • La melodía: este es el grito de combate de los aficionados. Ciertamente no existe música sin melodía, pero tened muy presente que lo que entienden aquellos señores por esta palabra son motivos fáciles de retener, rítmicos y agradables. Hay otros, no obstante, de índole diferente y que advertimos al ojear las hojas de Bach, Mozart, Beethoven, etc. No dudo que todos os persuadiréis pronto del aburrimiento que despierta lo que llaman melodía de la ópera italiana.

  • Si al deslizar vuestros dedos sobre el teclado encontráis pequeñas melodáis que se siguen y encadenan, será este lisonjero resultado; pero, cuando sin necesidad de instrumento acude a vuestro pensamiento una de esas melodías, el resultado es ya mejor, y por ello debéis quedar cien veces más satisfechos. Es una prueba de que el sentido interior del tono se ha despertado en vosotros. Los dedos deben ejecutar lo que el pensamiento concibe, nunca lo contrario.

  • Si empezáis a componer meditad, combinad, construirlo todo en el pensamiento; no ensayéis jamás un fragmento en el piano sin haberlo fijado antes en vuestro espíritu. Si la música procede de vuestro sentido interior, si la sentís verdaderamente, obrará de igual modo en los demás.

  • Si el cielo os ha dotado de imaginación activa, no dejaréis de permanecer durante horas enteras solitarios delante de vuestro piano, como si se hubiera encantado; aspiráréis a exhalar vuestra alma en armonías celestes y os sentiréis quizás tanto más misteriosamente transportados en un círculo mágico cuanto menos conocido os sea el dominio de la armonía. Esas son las horas más felices de la juventud, pero guardaos bien de abandonaros con demasiada frecuencia a esa especie de embelesamiento que os conduciría casi siempre a prodigar vuestras fuerzas y vuestro tiempo en un país imaginario, por así decirlo. Por el signo preciso y evidente de la escritura es solo como llegaréis a dominar la forma, a que exponer claramente vuestras ideas. Aplicaos pues a componer mejor que improvisar.

  • Hacer de manera que podáis adquirir sin tardanza los conocimientos necesarios para ensayar y dirigir una orquesta. Observar a menudo los mejores maestros; probad asimismo de dirigir en vuestro pensamiento: así os haréis buen cargo de lo que oís.

  • No descuidéis el estudio de la vida, así como el de las demás artes y ciencias.

  • Las leyes de la moral rigen el arte.

  • Por el trabajo y la perseverancia os elevaréis más cada día.

  • Con una libra de hierro, que solo cuesta algunos céntimos, se fabrican miles de resortes para reloj cuyo valor es 1000 veces centuplicado al hierro. Emplead, pues, con fruto la libra que habéis recibido en el cielo.

  • Nada grande se realiza en el arte sin entusiasmo.

  • El arte no es una carrera para hacerse rico el que lo cultiva. Sed artista digno, que lo demás no os faltará

  • El espíritu no lo comprenderéis antes de haberos hecho dueño de la forma.

  • ¡Quién sabe si para hacerse cargo completo del genio es necesario serlo también!

  • No falta quien sostenga que un buen músico debería, a la primera audición de una pieza de orquesta por complicada que sea, grabar en cierto modo la partitura en su imaginación. Esta sería la perfección más grande que podríamos soñar.

  • No deis nunca por terminados vuestros estudios.



 
 
 

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